Un día conocí a un soldado sencillo
que miraba a la vida con una sonrisa vacía,
dormía profundamente en la oscuridad solo
y silbaba temprano al sonido de la alondra
En las trincheras de invierno, triste,
con picores, piojos y falto de ron.
El introdujo una bala en su mente
y nadie jamas le hizo una canción.
Vosotros, engreído publico con amables ojos
que aplaudís cuando los soldados se marchan,
os escabullís de casa para rezar por ellos,
por ese infierno que esa juventud no conocerá.
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